miércoles, 28 de febrero de 2007

En ocasiones veo animales

Tengo un grave problema en forma de obsesión... no tiene nada que ver con coches... ni con niños...
Tiene que ver con un cerdito rosa corriendo por un barrio residencial...

lunes, 26 de febrero de 2007

Chanel, Bótox y Dom Perignon

El mundo muchas veces es cruel y yo soy explotado sexualmente.
La versión cincuentona de Nicky Hilton adora (según sus propias palabras) que la vean acompañada de chicos más jóvenes que ella; lo que no es difícil teniendo en cuenta que los únicos imbéciles que nos dedicamos a esto que nos dedicamos estamos entre los 25 y los 35 años, y nos caracterizamos por nuestra dureza de estómago y facilidad para tragar bilis.

Pero Nicky+50 es igual de excesiva que la original, y siempre consigue superarse a sí misma. No es la primera vez que se amorra a una botella de cava y consigue realizar una de las performances más bochornosas (y esperadas) de la noche: lo que nosotros llamamos “el metro” y que consiste en tambalearse como si los 780 m2 de mármol que hay bajo sus pies fuesen un vagón de metro a una velocidad de montaña rusa mientras un/mi brazo hace de barra del sujeción.

Intento evitar las dos variables nefastas (1. tener que ir y no poder huir; y 2. que sea con ella) pero cuando los planetas tienen una alineación chunga prefiero se trate de una comida, que deja menos tiempo material de cocerse y más margen de maniobra en cuanto al trabajo. Pero el viernes era un día “Metro” y todo el mundo lo sabía.

El cocktail al que teníamos que ir no era demasiado lejos de mi casa, así que preferí llevar mi coche y evitar, en la medida de lo posible, tener que volver al despacho. Ella encantada de que la empresa se ahorrase un taxi. Una vez dentro, pude perderla enseguida y dejarme arrinconar por una freelance así que pensé que todo era cuestión de práctica, y que, en el fondo, ni era tan malo ni lo estaba pasando tan mal…

En un momento determinado se acercó Jordi para decirme que acababan de llamar a una ambulancia porque Nicky+50 tenía el hombro de chichonera después de rodar abajo 15 contundentes escalones de mármol.

Me encantó tener que acompañarla en la ambulancia, justificar que “como-no-está-acostumbradaaaaaa…”, dar parte al seguro (porque os pongáis como os pongáis, es un accidente laboral), llamar a Paris+50 y explicarle elípticamente lo sucedido y llegar a mi casa a las mil.

La gente no lo sabe; pero mi trabajo, en el fondo, es otra forma de prostituirse.

jueves, 22 de febrero de 2007

Repóker de jotas

No me hacía especial gracia cambiar de década, es público y notorio. Pero juntar a unos amigos a los que hacía meses que no veía e irnos a cenar me pareció una muy buena idea para empezar los 30; así que para cuando dieron las 00:00 y empezó a sonar mi móvil yo ya estaba tirando a muy pedo.

Dormí más bien poco (incluso para mí) y al despertarme me di cuenta que a los 30 te duele la cabeza. Contesté un par de mensajes y envié otro a los participantes de la cena de la noche anterior para darles las gracias por una noche muy divertida.

Me afeité con el manos libres puesto mientras me felicitaban (a las 7:30 am) mi madre y varios familiares de 2º y 3º grado de consaguinidad. Recogí un par de bandejas de minicroissants para quedar bien con las arpías del trabajo y me fui.

A eso de las 10:00 am, después de desayunar con Hewlett Packard llegué al despacho y me encontré una caja enorme con 3 amarillys rojas y una nota muy bonita. A pesar de odiar las flores (cortadas) me gusta tanto cómo quedan encima de mi mesa que llevo todo el día buscando una auto-justificación.

Comí con Ferragamo en Dragonfly y hablamos de París, de Londres, Ámsterdam y Elciego.

Por la tarde, la-versión-cincuentona-de-Paris-Hilton, me regaló un Gran Juvé & Camps Brut Estuchado y la tardé pasó entre llamadas de móvil, cafés y planes para cenar…

Quería ver a Titus, Mr. Rayght, Mad y Nico, y la cena era la excusa perfecta para hacerlo y para estrenar la American Express Gold. Pero ellos tenían otros planes para mí, que incluían un concierto “sorpresa” de Jay Jay Johanson.

Entre la incredulidad, la excitación y la sorpresa de encontrarme otra vez a Juan Vidal, empezó el concierto de Miau Miau, unos tíos con un estilo aún por determinar, pero con buenos ritmos, correcto directo y un cantante bastante morboso. Cuando hicieron su particular versión de “Le Freak(c’est Chic)” saltamos, nos abrazamos y nos reímos… y sentí que ya estaba preparado para entregarme en comunión al tío que me da más grima y gusta (al mismo tiempo) del mundo.

Jay Jay nos mintió cada vez que abrió la boca entre canción y canción, pero nos dio igual. La gira de “The Long Term Physical Effects are not Yet Known” suena a jazz y Jay Jay se convierte en la versión farmacodependiente de Frank Sinatra. Genial. No. Insuperable. Tampoco. INCONMESURABLE.

Pero como no soy Would, ya no me pagan por hacer críticas de discosbarraconciertos, y no soy imparcial en el tema Jay Jay… mejor lo dejo.

lunes, 19 de febrero de 2007

giga(y)

Desde hace tres años hasta hoy el mundo de los gadgets informáticos ha evolucionado de mucho a muy mucho.

Lo más enrevesado que podías escuchar en una conversación “de a pie” era: “¿Un móvil con cámara? ¿Y para qué quieres hacer fotos con el móvil?”

Y en medio de esta sodomización de la sociedad que ha sido la implantación del chip “lometrosexualmola” los maricas se han apuntado un (otro) tanto.

No sólo hay que estar a la última en todo lo relativo a la vida de Paris Hilton (esa gran musa), en las novedades quirurgico-plásticas (aka “La Vida Existe Más Allá del Bótox”), en los avances de investigación de anabolizantes y/o esteroides (aka “Que no te empiece a colgar lo que quieres que esté duro) y las tendencias que imperan en Londres, París, Milán y Nueva York. Ahora la nueva generación de maricas como buque insignia de la ubermodernidad tiene que saber hablar (que ya sería una novedad) de megapixels, gigabites, nanofragmas para transmitírselo al resto del mundo.

No sé en que momento una mente perturbada pensó que “lomaricaeslomás” hasta el punto que todo el mundo lo cree, y los Richals trapichean pastillas para comprarse una americana h&m parecida a la que llevaba Jesús Vázquez en la final de OT.

Hace un par de días, precisamente tras darle carpetazo final al GSM, cenaba con Ori, Same y Silver en el Market y entre ellos comentaban que hay todo un ejército de neochaperos en Barcelona. Niños de clase media, media/alta que van a clase de lunes a viernes y puesto que el findesemana dan por sentado que tienen que follar (porque en el Gaysneyland, el que no folla es un perdedor); ¿qué más da que sea con viejos y cobren? Si a mi Risotto se le hubieran separado bíblicamente los quesos y el parmesano hubiese surgido del fondo del plato en forma de ukelele no hubiera flipado más. ¿Y eso? Pregunté. –Para comprarse un ipod o cambiarse el móvil- me respondieron.

El status ya no se mide ni en Masters, ni en pisos, ni en coches, ni tan siquiera en ropa. Ahora se mide en gigas.

Y yo todavía me pregunto cuándo inventarán una maniquilla de afeitar sin bluetooth, sin emulsor de aloe y sin adsl que no me rebane la cara cada mañana.

miércoles, 14 de febrero de 2007

...sí, he sido yo... ¿qué pasa?


miércoles, 7 de febrero de 2007

29>30

Me hago viejo. Este mes más que nunca. Esto de cambiar de prefijo al decir la edad lo llevo regular tirando a muy mal.

Leía el otro día, en un libro tan recomendable como pesimista, que un hombre a los treinta está en una edad indefinida. Muy mayor para ser un joven y muy joven para ser alguien mayor. Y para mayor colmo de confusiones yo voy y me siento un poco crío pequeño a veces y necesito mimos, colacao y gominolas, y aparentemente serio, frío y aburrido, otras.

El día 22 le enviaré a mi madre rosas como todos los años. Por el detalle, más que nada, de haber invertido 9 meses de su vida en la cama para que yo me fuera haciendo “a fuego lento” como decía Amama.
Treinta. ¡hostia! Si de pequeño a los veinticinco me imagina siendo padre de familia, ¿a los treinta? Abuelo… o muerto y enterrado… Treinta…
Lo peor de todo (entre muchísimas cosas) es que los 30 son esa edad que te cierra puertas a la hora de follar. ¿He dicho follar? Perdón quería decir hacer el amor… (¿en qué estaría yo pensando…?) Sí, sí… que nadie se sorprenda, esto pasa; y cada vez más, no nos engañemos. Y que esté libre de culpa el/la que antes de los 25 no se lo planteaba que sople la primera vela: Gerontofilia que dirían los expertos.

Y aquí me tienes. Haciendo malabarismos con el trabajo para enviar emails de convocatoria para una fiesta que celebre mi paso de prefijo. Adios “veinti” hola “treintay”.

viernes, 2 de febrero de 2007

Nosotros que no somos como los demás

El ser humano es raro. Creo que es una de mis frases más recurrentes y más utilizadas. Y con esto no me refiero a los usos y costumbres (aka freakismos) de cada uno; para nada. Es que el Ser Humano, como ente es “algo” muy complejo.

Un hecho que me sorprende (de los muchos que hay y que me sorprenden) es el gozo y disfrute que el Ser Humano experimenta escuchando las miserias de otros (seres humanos). De ahí que triunfen programas como “Gente” o “El Diario de Putricia”.
Es una especie de ritual. Mientras eres partícipe de las ruindades de las vidas ajenas te sientes mejor, menos pringao, más triunfador, más sabio, mejor persona y hasta más guapo. Además seguramente sentirás compasión… y eso sí que engancha.

Da igual que tu novia te engañe con uno del trabajo, que no recuerdes la última vez que follasteis (porque para que nos vamos a engañar; hacer el amor, lo que se dice el amor, nunca lo habéis hecho), que no os dirijáis la palabra más que para discutir… que siempre te sentirás mejor viendo a una sudamericana a la que su marido pega.

Hace un par de semanas que Mad y su relación de pareja monógama y fiel (que es estos tiempos que corren hay que especificarlo todo) va a pique. Y estas situaciones son las que realmente unen. Mad hizo una cena (riquísima, variadísima y repleta de calorías) y nos convocó a todos. Y en el salón de su casa, con Craig Armstrong sonando de fondo, comenzó el ritual. Todos tuvimos consejos para situaciones que calificamos como in-ad-mi-si-bles y sensaciones que calificamos como “una lástima”, y le echamos un poco de alcohol en las heridas con el pretexto de que así se cicatriza antes. Aunque, lo que en el fondo pensábamos (muy) por dentro era: Pobre Mad, cómo toca fondo, que pena, a mí nunca me pasaría esto…
Otro día puede que me toque a mí… pero entonces no será patético, ni penoso; será grave a secas… pero el ritual comenzará de nuevo.
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