miércoles, 27 de agosto de 2008

Fito

Durante un montón de tiempo Fito era a Troy lo que Milú es a Tintín, Rex al poli mal doblado de la tele y K9 a James Belushi. Algún absurdo romántico lo llamaría “almas gemelas”, pero tampoco hace falta llegar tan lejos…

Era el único collie al que le quedaban bien las rastas, el único que bebía kalimotxo, el que se metía al agua en Sopelana para buscarme. El que cuidaba (a ratos) mi toalla mientras pillaba olas. El más tonto, el más cabezón y el más guapo. El que filosofaba con las patas cruzadas y la cabeza apoyada encima. El que se negó en redondo a comer comida de perros y el único con huevos suficientes para dejar en mi casa un plato sin tocar. Al que le vuelven loco los quesitos, la tortilla y las antxoas. El que me ayudaba a ligar en Algorta, y el que me encubría los colocones con los que a veces llegaba a casa.

También es el mismo al que tenía que sobornar con mimos cuando llegaba borracho por la mañana, y al que mi madre me encontraba abrazado, dormido (y aún borracho), en la puerta de casa 2 horas más tarde.

Vamos, que Fito es el mejor perro de mundo, siempre lo será. Y al que diga que no, que me lo diga en la calle.

Y además de por todas estas cosas; porque como decían en un musical que vi el otro día, desde esta tarde en la tierra hay un perro menos. Y en el cielo una estrella más.

Por favor: que alguien me diga que allí arriba hay quesitos, tortilla y antxoas.

sábado, 9 de agosto de 2008

Sin más... (ni menos)


viernes, 1 de agosto de 2008

Dancing with Myself

Con creces, esto es lo que necesitaba.

Quiero a Sanzio, me entusiasma mi trabajo y me encanta vivir donde vivo. Pero después de tanto tiempo sin viajar sólo, lo que me hacía falta era encontrarme con aquel tipo que un día se lió la manta a la cabeza y se fue a patear el sudeste de Asia.

Y le he visto. No fue nada más aterrizar, pero tampoco ha tardado en aparecer. Creo que fue apenas 2 horas
después de llegar. Cuando se descalzó, se quitó la camiseta sudada, el pantalón y los calzoncillos; apenas pasados unos segundos tras zambullirse desnudo en el Adriático cuando nos reencontramos.

Es algo más mayor y, definitivamente, algo más cobarde.

Pero sin duda: sigue siendo el mismo.


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