El Gran Colisionador de Hadrones

El metabloggeo nunca ha sido lo mío. Y el que tire la primera piedra se las verá conmigo en los tribunales. He dicho.

Con Dereklite (y sus derivados) me pasa exactamente lo mismo que cuando trabajaba en la radio. La gente tiende a sentir curiosidad por personas a las que sienten más o menos cerca, porque les entran por los ojos, o por los oídos, con una habitualidad cuando menos familiar.

Por aquel entonces, corría el año 99, las Torres Gemelas aun no se habían caído, nadie sabía quién era Letizia, Troy recibía llamadas obscenas en su lugar de trabajo y todo parecía normal. No podemos negar que a Troy le hacía gracia cada vez que llegaba y le decían que habían estado llamando toda la mañana/tarde/noche preguntando por él. Seguía el juego sólo porque su ego lo disfrutaba. Y el tuyo hubiera hecho lo mismo, no te engañes.
Pero dejó de divertirle el día que salió de la emisora, bajó dos calles hasta donde estaba aparcado su coche y se encontró un peluche (muy feo) con una tarjeta enganchada a su parabrisas. Si ya por el 99 Troy era una persona de grandes valores, esto sirvió para que dijera “hasta aquí hemos llegado”. Nunca más hizo menciones personales sobre su círculo de amistades, familia, vida personal, sentimental o sexual.

Con Dereklite se abrió una ventana. Pero las ventanas de ahora ya no son como las de antes. Antes a la madera le salían grietas por menos de nada. En cambio ahora, con el PVC, todo esto está solucionado. O eso pensaba.
Porque el año pasado llegó Facebook. LA HERRAMIENTA. La superconexión. El Gran Colisionador de Hadrones de la comunicación.
Pero como con todo Gran Colisionador de Hadrones, el peligro de los agujeros negros estaba ahí. Latente. Y el hecho de que (des)conocidos de tus conocidos o incluso de tus amigos puedan colarse por las grietas y acceder a información personal me pone nervioso. Mucho.
Y ahí se debe acabar. Matar al perro para acabar con la rabia. ¿Medidas drásticas? Tal vez… pero nadie duda de su efectividad.

Ahora es cuando tú, lector, piensas: “¿Quién es este gilipollas engreído, sobrado y pretencioso?”
Pues el mismo que se alquiló en el 99 una parcela de parking vigilada en el mismo bloque donde trabajaba y no volvió a dejar el coche en la calle.