Silencio en la sala

Pal se casó el sábado. Bueno, de hecho lo hizo el viernes, pero como hasta el sábado no fue la borrachera oficial, el día que cuenta es el sábado.

Lo hizo en Sitges y en vaqueros. Imagino que el alcalde, o el tenientealcalde, o la secretariadeltenientealcalde, todavía está aturdido por haber celebrado una boda heterosexual. Qué raro cambiar de género todo lo rato… de chico a chica y de chica a chico, con lo fácil que es llamar manzanas a las manzanas y peras a las peras.

Sanzio no vino. Uno: porque no conoce de nada a Pal. Dos: porque yo iba por compromiso. Tres: porque si Sanzio quiere gastarse 200€ por barba por ir a cenar, no quiere oír “vivalosnovios” ni “quesebesen” entre bocado y bocado. A mi tampoco me gusta, pero soy amigo de mis amigos y transijo.

La novia, ahora flamante esposa, es de una de esas ciudades que no dejan de ser un pueblo grande. Sus amigas, por consiguiente, también. Y mientras en unas mesas se referían a ellas como “la alegría de la boda” en la nuestra imaginábamos maneras medievales y dolorosas de hacerlas callar.
Nuestra mesa, para ellas, estaba llena de los estirados y engominados amigos de él.
La suya, para todos, era un foco de contaminación acústica.

El caso es que un baileys, dos rayas y varios Absolut después, nosotros dejamos de estar estirados y engominados, y ellas se empezaron a quedar afónicas. Con lo cual los mutuos martirios terminaron. O mejor dicho; dejaron paso a otros nuevos, pero algo más secundarios. Uno de mis zapatos Castañé casi no sobrevive a un pisotón de chicaprovincias que daba taconazos sin control. A partir de ese momento defiendo la idea de que -al igual que una lancha rápida, o un avión de Spanair- sólo se debería poder llevar tacones con un carnet especial. Esteban, por su parte, puede presumir de casi un cm cuadrado (aunque en forma redonda) de su cuerpo gracias a al agujero que produjo la quemadura del cigarro de la prima de Burgos (aunque-vive-en-Vitoria) de la novia en su camisa de Carolina Herrera.

No entraré en lo que, como venganza, le hizo Esteban a la prima en el cuarto de baño de caballeros y lo lejos que estaba de ser medieval o doloroso (aunque sí un tanto primitivo). Y tampoco entraré en lo difícil que es robar una botella de Moët de un restaurante de semi-lujo, lo prometedor que es meterse en un taxi rumbo a casa con la amigatacones y lo ridículo que uno se siente al descubrir, mientras se afloja la corbata en el asiento trasero, de que la botella está completamente vacía y era parte de la decoración.