Te doy mis ojos

El mundo de las siluetas, las formas y los contornos poco definidos es un mundo apasionante.

El mundo de las gafas de sol las 24 horas del día, entre las que se incluyen horas de oficina, horas de gimnasio y fracciones de hora en el cuarto de baño, son tremendamente instructivas.

¿Qué culpa tengo yo de ser una persona (humana) con inquietudes? ¿Qué culpa tento de querer experimentar en propias carnes “El ensayo sobre la ceguera”? Y sobre todo, ¿Qué culpa tengo de estar cada vez más cerca del mundo (apasionante e instructivo) de Stevie Wonder y de Serafín Zubiri?

La versión oficial es que de trata de una irritación severa como consecuencia de una reacción alérgica. O de una infección. O de frío. O… de algo. El equipo médico tiene diversas teorías respecto al origen de la mutación de mis ojos en dos bolas incandescentes de fuego rojo. El equipo médico ha tardado tiempo en diagnosticar el tratamiento a seguir. El equipo médico consta de un solo oculista.

Mientras tanto palpo, toco, manoseo, envío emails en courier 72 y desmiento que cuando se está privado de un sentido los demás se agudizan. Sigo igual de sordo que siempre, mi paladar de susto en susto y gracias al perfume de Nicky+50 sólo logro distinguir las axilas del técnico entre el abanico de fragancias que el mundo me ofrece.

En teoría (y siempre citando las mismas fuentes médicas) solo me durará unos días más, lo justo para fastidiarme el fin de semana.
Mientras todo el mundo que tiene un mar cerca va a la playa, a mí no me quedará más remedio que seguir con un nuevo pasatiempo… así que si vas con tus niños por Barcelona y en un semáforo, un coche para al lado tuyo mientras suena Carmina Burana, huye con los pequeñuelos antes de el perturbado este les mire fijamente a los ojos mientras desliza las gafas de sol hacia abajo y les asegure pesadillas durante, al menos, dos semanas.

Googlereklite: "Lo bueno y lo malo de la entrada del Gran Poder"