Lickers

Mi generación tiene un grave problema. Mejor dicho tiene varios graves, pero el que hoy me ocupa es uno de los peores.

La mayoría de nuestros padres padecieron la Cultura del Pelotazo (a menos que los vuestros fuesen marbellíes en los 80), y a nosotros nos ha tocado su digievolución: La cultura del Lametazo.

Mr. Channels me comentó un día, hablando sobre un alto cargo del mejor hotel de Barcelona, que realmente era un tío mediocre tirando a poco brillante, pero que tenía un don. Sabía sacar su tarjeta de visita con la persona justa en el momento exacto. Ese era su secreto. Tan fácil y tan sencillo como saber lamer culos y sobre todo saber a quién lamérselo.

De forma que a mi generación se la divide en dos. Las hormigas y las cigarras. Exactamente igual que en la fábula.

Mocasín entró en D&S un par de semanas o tres después de que yo me mudara de despacho. Vino como secretaria y convirtió esa posición en el superlativo de mascarchile y limaruñas. Su teléfono no para de sonar. No porque le llamen a menudo. Si no porque su cerebro trabaja como un ipod: primero una canción y luego otra. Nunca dos a la vez. Si escribe en el teclado no coge el teléfono, si coge el teléfono no puede apuntar cosas y si está apuntando algo despídete de que te escuche si le hablas.

Pues bien. Tras varios trillones de horas extra, mis horas de trabajo post coitum desde casa y el resto de cosas vejatorias que todos sabemos que he hecho y me niego a reconocer, no he sido yo el que cobrará un tanto % más de bonus cada mes, ni el que hará y deshará a su antojo... Mocasín se ha convertido en una reunión en Manager. Sin más. Masco chicle, entro en una reunión y salgo hecha una ejecutiva agresiva dispuesta a comerme el mundo (pero sólo si sabe a fresa ácida o a clorofila).

No me jode que me adelanten. Pero sí que lo hagan por la derecha.