The Chemical between Us

Tengo la garganta hecha polvo. No sé si me he pasado fumando, si he tragado mucha agua de mar o si ese invento tan celestial como infernal, que es el aire acondicionado, se ha cebado conmigo.

Maternal en “Candy Perfumed Mode” lo ha notado y me ha preguntado si había salido anoche y sin dar a mi cerebro tiempo a ordenar decir NO, mi boca ha dicho que SÍ. “Candy Perfumed Mode” se ha transformado en “Inquisitor Predator Monologue Mode” durante un rato, que he empleado en hacer fotocopias y dejarle a M3 unas cosas para encuadernar. Desconozco de que modo, pero al volver a centrarme en la conversación con Maternal, ella había abandonado la teoría “cualquierdiamevasadarundisgusto iratrabajarconduciendocasisindormir” y derrepente ha soltado: “Troy, no te drogarás…?”. Después de decirle que sí… que me pagaba las vacaciones con lo que sacaba con la droga, y que entre kilo y kilo vendía mi cuerpo, he colgado.

Creo que mi madre confía en mí en ese sentido. (Mal hecho, madre, pero no pasa nada…) Creo que cada etapa tiene su tiempo. Precisamente porque me he dado cuenta de que encuentro que las drogas son una de esas cosas Gaultier. Está bien conocerlas. Incluso utilizarlas. Consumir sin dejar que te consuman. Como el sexo; con precaución y manteniendo la cabeza en su sitio.

Al contrario de lo que muchos medios de comunicación se empeñan en inculcar a sufridos, y vocacionales sufridores padres/madres; el consumo de drogas no tiene edad, ni nivel económico, ni cultural… es algo que llega a todo el mundo. Es de gilipollas relacionar el consumo de drogas con la música, ni con sus vertientes más electrónicas ni, por consiguiente, con la juventud.

Puedo ver con la misma facilidad ejecutivos adultos, responsables y respetables que van al baño en grupo a “empolvarse la nariz” en medio de una importante reunión de un grupo de Banca, como señoras a un lustro de ser consideradas 3ª edad, enrollando el ticket del guardarropa, donde descansa colgando su visón, en la inauguracion de una nueva galeria de arte.

La droga no es buena. La droga no es mala.

Es una invasora de tu mente, de tu cerebro. Que lo ataca, que lo corroe, mientras a cambio te proporciona unas horas, minutos o tan sólo segundo de falsa pero perfecta felicidad.

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"Un lado te hará crecer, el otro te hará menguar. -¿Un lado de qué?-, pensó Alicia. -De la seta-, dijo la oruga, igual que si ella lo hubiera preguntado en voz alta".
Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carrol