La buena voluntad
Pero el lado Bacardi de Troy (el que lleva las alas de ángel debajo del brazo al volver de un after) se da cuenta de que cuando algo parece demasiado bueno para ser cierto, es que seguramente lo es.
Por eso discuto con Sanzio. por la mañana, por la tarde, por la noche e incluso durmiendo. Él es un socialista convencido capaz de defender la transparencia y fiabilidad de Alfonso Guerra. Yo… lo siento, pero no soy de los que comulgan con ruedas de molino y menos aún de los que confían en políticos.
Así que cuando el otro día escuché a ZP diciéndole a Iñaki que lo que cree es que “lo que les conviene es que se vea más tensión” me sentí como un niño que se entera de que los Reyes no son los padres (a menos, claro, de que te llames Elena, Cristina o Felipe).
Algo se rompía… yo quería creer, pero no me dejaban. ZP no me dejaba. Y no es que yo fuese a cambiar mi intención de voto (que viene siendo bastante fiel desde que tengo “derecho a”), pero me daba pena que gente que se estuviera planteando votarle viese tamaña desfachatez y corriera despavorido en dirección al PP.
Después de eso medité, y preferí haberlo visto. Y que se viera. Y que se supiera. Y que Iñaki saliese anoche diciendo que era lo más normal del mundo. Y que dejara de ser un escándalo y un secreto a voces.
Ayer ví a Mariano en un programa en el que le entrevistaban. Le preguntaban sobre Cataluña, sobre el matrimonio gay, sobre el terrorismo y sobre la Iglesia. Mientras tanto él esboza esa sonrisa pastosa de vaca mirando el tren, decía que la periodista estaba muy equivocada, y mentía bellacamente.
Y noté que la versión Bacardi de mí se hizo más y más grande. Pero dejó de pensar que cuando algo parece demasiado bueno para ser cierto probablemente lo sea, para empezar a pensar que cuando alguien puede llegar a parecer tan pelele en público, sea porque realmente es un inútil.