Anoche, después de sudar a chorros a ritmo de “Amadeus”, improvisamos una de esas cenas a ciegas, en las que la mitad de los asistentes no conoce a la otra mitad con la excusa. Llegamos al Market en cuatro tiempos y (yo) con mucha sed. En un mundo perfecto, diplomático y protocolario habríamos estado sentados tres en un lado y tres en el otro, pero como lo divertido es improvisar, a mí me tocó enfrente de las dos personas que no conocía.
Ella me pareció estupenda, muy elegante y me recordó bastante a una amiga de Maternal hace algunos años. El tardó en llegar, saludó, se sentó con desgana y se puso a hablar de trabajo.
Ella observaba, escuchaba y miraba a los ojos cuando hablaba. Él y su labio superior no.
Encuentro profundamente irritante la gente que levanta el labio superior todo el rato. Me dan la impresión de que piensan que me hacen un favor otorgándome el honor de poder cenar/salir/comer/trabajar/follar con ell@s mientras ell@s podrían estar cenando/saliendo/comiendo/trabajando/follando con gente mucho más interesante y con mucho más éxito que yo. Y eso me pone de muy mala leche.
Mis correctas formas y yo aguantamos el tipo estoicamente mientras él y su labio superior siguieron informándonos de sus ipés, imasdés, iemes, cetrespeos, y muchas más siglas que me aportaron lo mismo que un monologo de Aída Nízar, hasta que comenzó su particular cruzada “Madrid mola vs. Barcelona está apagada”.
Madrid tiene sus cosas buenas, Madrid tiene sus cosas malas. Barcelona tiene sus cosas buenas, Barcelona tiene sus cosas malas. Es un tema tan trillado, tan aburrido y tan peliagudo que me hastía. Pero de repente me pareció tremendamente interesante conocer su argumentación.
“Barcelona está apagada” me dijo.
“¿Pero a qué te refieres exactamente? ¿A cultura, a vida nocturna, a negocios…?”
“Está apagada… tío… Barcelona está apagada…”
“¿Profesionalmente dices?”
“Apagada… Barcelona está apagada”
“No sé desde qué punto de vista, en serio…”
“Barcelona está apagada”
TroyPelotasHinchadasModeOn y bajo a la atenta mirada de ella: “Bueno la frase, como slogan, tiene su punto… pero si no salimos de ahí…”
“Está apagada tío… pero no quiero discutir… es lo último que te digo”
(“Hombre, también ha sido lo primero y… lo único…” pienso) pero logro morderme la lengua.
Me centro en el postre y pienso que su creativa mente argumentará en varios meses “UK rules vs. Spain is swichted off” cuando su labio superior y él dicen: “y no creas que soy madrileño, soy de Irun, pero no me gusta decirlo”.
Madrid mola. Barcelona mola. Irun mola. Pero gilipollas hay en todas partes.