Pétalo
Se sentía en deuda con el mundo por ser económicamente más afortunada que la clase alta, así que dejó su Mercedes Clase A en el parking del chalet de papá y mamá, y decidió hacer un primer viaje a tierras menos afortunadas para ver cómo son los pobres. Se subió al Huayna Picchu (mucho más alto, mucho más auténtico, y mucho más más que otras montañas) y tuvo un éxtasis místico. Vino alucinada de la tierra de los Incas. A-lu-ci-na-da.
Dio un par de vueltas por España viendo a sus 300 mejores amigas (entre las que incluye, porsupuestofaltaríamás, a Maternal) y se dio cuenta de que su vida no estaba plena. Hizo paracaidismo, parapente, skysurf y se compró todo lo que se le ponía por delante. Pero se siguió sintiendo fatal por todos los pobres del mundo en general y por los descendientes de Atahualpa en particular. Así que proyectó su equivalente al -Centro “Derek Zoolander” para niños que no saben leer chachi-, se lió el poncho a la cabeza y se fue de vuelta a Perú.
Desde hace 6 meses nos escribe dos veces por semana. Nos cuenta lo dura que es la vida en la aldea. Lo frugal que es la comida. Lo enriquecedora que es la experiencia. Y lo que le cuesta llevar adelante su taller con las gentes locales.
Yo me alegro por ella, porsupuestofaltaríamás. Pero no dejo de preguntarme qué tipo de interés pueden tener 21 campesinos sin apenas dientes en "El protocolo y la gestión de eventos".