Marujas asesinas
Al decir “trabajando” me refiero a ese “trabajando” de despertador, de traje y corbata, y de mucho mucho mucho café. Nada de las paparruchas que hacéis muchos y que luego facturáis a precio de uranio (como rascar galletas…)
Ayer, como autocompensación, decidí tomarme el día libre. Bueno; de hecho, tomarme ayer y este viernes como TroyDay, pero el que nos ocupa es el día de ayer.
Amanecí lleno de buenos propósitos con una (habitual) prominente erección y juntos pusimos la cafetera. Y también juntos fuimos al baño estirándonos mientras el café se hacía.
La señora que estaba en umbral de la puerta arqueó las cejas y yo di un pequeño salto hacia atrás mientras colocaba erecciones y composiciones de lugar en su sitio. (Cada uno demuestra los sustos o sorpresas como quiere o como le da la gana, igual que cada uno se despierta como le da la gana. ¿Qué pasa?)
A mi ayer me dio por despertarme con ganas de silencio. Pero como los conceptos “señoradelalimpieza” está reñido con “silencio”, la mujer tartamuda y autoteñida que va cada lunes a casa de Sanzio me ilustró con los hechos más notorios de su vida mientras iba con una bayeta de un lado a otro esperando que el polvo de la casa acudiera a su llamada por motu propio. Aquellas partículas que decidieran quedarse eran libres de hacerlo.
Poco a poco, a medida que (ella) iba cogiendo confianza me empezó a hablar de trabajo. En este punto ya había abandonado la bayeta y estaba quieta de pie hablando y hablando. Desconecté un rato y me centré en el café y en la forma en la que deben hacer las cápsulas de Nespresso… y sólo volví a prestar atención para ver si en su discurso había alguna fuga y yo podía hacer lo ídem. Pero justo en ese momento decía que Sanzio le había prometido buscarle un buen trabajo, de media jornada a más de mil euros y todo volvería a ser como en los buenos tiempos.
Deduje que aquel día Sanzio debía haber bebido mucho y/o haber consumido sustancias de legalidad sospechosa y/o no haber dormido la noche anterior; y volví a desconectar… empezó a moverse y hacer como que fregaba… yo seguía oyendo cómo hablaba sin escuchar... Me levanté para dejar la taza en la encimera y entonces ella se giró con sus guantes de goma y un cuchillo enjabonado en la mano. Sus labios se movían y decían: “Ahora me quedo más tranquila porque pensaba que (Sanzio) se había olvidado..., pero ya que lo sabes tú también… seguro que entre los dos encontráis algo”. Y volvió a arquejar las cejas.
Ayer mismo colgamos su curriculum en internet y la inscribimos a todas las ofertas que encontramos.
No quería que en un par de semanas otro apuesto joven se levante en la casa de su novio, se encuentre a la señora de la limpieza, desconecte de lo que cuenta y se pierda la parte de la historia de su vida en la que acuchilló y mutiló sexualmente a un joven por no encontrarle trabajo.