Septiembre
Pero a Septiembre lo he odiado desde que tengo uso de razón.
Fue el veintiocho de septiembre que yo tenía ocho años, cuando mi padre desapareció. Derrepente. No se despidió. Ni siquiera mostrado ningún tipo de indicio, ni a mi madre ni a mí,de que lo fuese a hacer. Se limitó a levantarse aquella mañana, regar las plantas, volver a la cama, caer en coma y apagarse horas más tarde en la cama de un hospital.
TíoD vino a buscarme para que estuviese distraído y recuerdo como ni PrimoI ni PrimoA fueron a clase los primeros días de esa semana para estar conmigo, mientras Maternal estaba ahogada en valium y trankimazin en casa de Jone.
Cuando tienes ocho años no llegas a ser consciente de la magnitud de una cosa así, pero desde ese veintiocho de septiembre los colores fueron menos intensos en mi casa.
Vinçent, en cambio, eligió el tres de septiembre que yo tuve veintiuno para coger un tren desde Le Guilvinec con destino a mi casa en Maternal City. Habíamos pasado 20 días juntos en La Bretaña agarrándonos las borracheras y las fumadas de cuando no tienes la menor preocupación. Habíamos hecho planes para vernos al fin del verano. No. Rectifico. Yo había hecho un plan y él había hecho otro. El suyo no incluía llegar a Maternal City. Su plan acababa en una acera, debajo de la ventana de su cuarto en un hotelucho de Bayona, dejando una carta dirigida a su hermano explicando las razones de su huida.
Y Liberty ha elegido, como no, septiembre para coger un avión y volar a Singapur. Para discutir con su amigo/novio que vive allí. Días después de haber dejado de tomar las pastillas que le ponían los pies en la tierra y la cabeza en su sitio, tuvo que tomarse una de las que hacen que ni los pies toquen la tierra, ni la cabeza esté en su sitio. Y después de tantos excesos, su cuerpo no ha podido más y se ha rendido. David salió el miércoles para agilizar los trámites policiales y poder recogerla.
Ahora en algún lugar de algún sitio, seguramente Aita estará escuchando historias de Liber y de Vinçent. ¿Quién sabe? Quizá hablen de mí. Quizá puedan leer lo que digo de ellos en Dereklite. Quizá se den cuenta de todo lo que les echo de menos.